Crítica de 'El jugador' (The Gambler)

Desde los inicios de la humanidad, el arte ha sido la máquina del tiempo más completa y palpable que existe, y el artista esa persona que es responsable de ir dejando in creciendo esas "diapositivas" por todo el camino para el máximo conocimiento posible de nuestros descendientes. Esas imágenes han sido siempre mejoradas, reinventadas o alteradas, perdiendo así la noción de su auténtico origen. Todo se trata de aprendizaje y de sumergirnos en lo que antes no era algo tan consciente. Concretamente es a través de la cinematografía (arte relativamente bastante reciente) cuando en realidad nos trasladamos atrás, hacia adelante o si preferimos nos podemos quedar en el infravalorado presente, todo en un relativo "tiempo real”. Son esas imágenes en movimiento las cuales el espectador entra en una especie de sueño hipnotizante, descontrolado y profundo como un niño delante de un pastel en un escaparate, lo que nos permite más que ningún otro campo viajar a cualquier época, recientemente a los exitosos años noventa, los gloriosos ochenta, o a la era moderna del cine americano, la cual sienta las bases sólidas mostradas en las películas estadunidenses actuales; hablamos de los decisivos años setenta, un periodo de mucha agitación tanto política como social, llena de un sentimiento revolucionario y de gran despertar por parte de todos los grupos sociales (especialmente los marginados y los inadaptados), una era somnolienta, el despertar de una mentira tras otra, de darse cuenta de que nada era lo que parecía, en que todo se mostraba desigual y donde el no acatar las normas establecidas tanto éticamente como socialmente se convertía en el pan de cada día. En la gran pantalla y como autovía de escape se enmarcaban las ciudades tales como Manhattan como si fueran un protagonista más o "el protagonista”; en su interior crecía una guerra urbanística donde el pesimismo y la no esperanza eran fruto de las pobres circunstancias. Así pues hablamos de un cine nunca exento de polémica y con una gran carga explicita, atrevida, anárquica, nihilista, nada esperanzadora y con un gran rugido anti represión en donde la pornografía, la violencia, los pocos recursos y las adicciones eran los temas más recurrentes. La explosión de géneros a gran escala dio pie a una nueva escuela de directores de la calle, noveles, pero con gran talento que intentaban de cualquier manera huir del control de masas, siempre con presupuestos bastante reducidos debido a la gran cantidad de producciones que se estaban realizando. Era la era de la explosión de subgéneros de todo tipo. Muestra de ese conjunto de iniciativas destacaron cineastas como Scorsese, Allen, Polanski, Friedkin, Coppola, Schrader y la lista continuaría. Ellos nos mostraron sus mejores trabajos y luchaban a contra corriente del positivismo de otros tales como Spielberg o Lucas... estos retrataban una sociedad traumatizada, desesperanzada, sin ningún tipo de ayuda y engañada por la guerra. Una comunidad sucia en que la única iluminación eran las luces de neón de alguna sala x. Todo narrado con una agresividad contenida. Una década donde observábamos la película al ritmo de la noche, de parecido inacabable e inalcanzable, desde la vista subjetiva del interior de un mugriento e inseguro coche de pago, travelings laterales que nos mostraban la fauna urbana nocturna en todo su esplendor y su cruda realidad... podíamos encontrar camellos y yonkis, prostitutas y chulos, oferta y demanda propia del libre mercado underground, mezcla de carne y acero visibles en alguna esquina donde se proyectaba Garganta profunda... y todo establecido con una sola regla, la de la calle.

Mezcla de razas y tribus de barrio campaban a sus anchas con total impunidad al caer la noche. Los setenta nos ofrecieron grandes trabajos como si fueran libros de historia, nos mostraban ideales y decepciones de toda una generación; se podía ver Taxi driver, Malas calles, Hardcore, Joe, French connection o Manhattan cintas que a día de hoy aun muestran gran controversia con cierto aroma “enfermizo" y cuyo debate daría para horas. Entre estas joyas, encontramos algunas que llegaron hacia lo más alto de la bisutería cinematográfica y otras minoritarias o de culto que injustamente fueron tratadas como mero plástico y es ahí cuando Hollywood recurre para fundir de nuevo la materia prima y prefabricar sus productos para venderlos de nuevo como pieza de primer orden. Todo esto sucede cuando andan faltos de ideas y de esta manera colarle al espectador casual una versión más moderna sin que a veces este sospeche. No creo (o tal vez me equivoque) que lleguemos a ver un remake de "Taxi Driver" o "French Connection"...serian palabras mayores, pero es en esas rarezas anteriormente dichas (dónde a veces reside la misma calidad o superior) y es ahí cuando la fábrica de sueños comete el "delito”. La industria americana no solo adquiere productos extranjeros, sino que cada vez son más asiduos a echar baza de su propio mercado.

La cinta que hoy nos ocupa se titula "El jugador" o "The Gambler" y es un refrito de la magistral cinta homónima del 1974 escrita por James Toback e inspirada en sus propias experiencias, fue dirigida por Karel Reiszy y protagonizada ferozmente por un James Cann (adicto en ese momento fuera y dentro del encuadre) como siempre en estado de gracia. La cinta en cuestión abordaba el tema de la adicción al juego, de las apuestas y de todo ese oscuro mundo suburbano de dependencia, vicio y perdida de la personalidad...narraba la historia de un profesor de literatura universitaria que sencillamente no puede parar. Pues bien, ésta versión actual del 2014 (que anteriormente fue a parar en manos de Scorsese y Dicaprio pero posteriormente desechada) ha sido llevada a la gran pantalla por Ruppert Wyatt (The escapist, El origen del planeta de los simios) y protagonizada por el "incansable" y en cierta manera agotado Mark Whalberg, co-protagonizada por la siempre talentosa y acertada Brie Larson( Greenberg, Rampart, The spectacular Now, Short Tem 12) y el ascendente Michael K. Williams más conocido por sus trabajos en tv como "The Wire" o "Boardwalk Empire", aparte de innumerables otros en cine. Y qué decir de los secundarios de lujo como el veterano John Goodman o la siempre exquisita Jessica Lange. Si su predecesora destacaba por ser un drama realista con toques de thriller como marcaban los canones de su época, esta destaca por ser un thriller bastante light enfocado a un público bastante amplio, muy asequible en términos generales, con tintes dramáticos acorde a estos tiempos que corren. Pero no nos engañemos, la cinta es un lucimiento para su actor e inversor protagonista, bastante correcto en su papel, pero suficientemente "cansino" para todo el conjunto. A diferencia de la versión del 74´,este trabajo se decanta  más por el sendero del positivismo y la moralina más ultraconservadora, narrándonos la historia de una manera sencilla sobre la mencionada adicción, pero con un aire bastante superficial, y en la que no queda del todo claro el mensaje durante su discurso; todo adornado con buenas dosis de autosuperación, bellas intenciones entre sus protagonistas y poca "mala baba”; o sea, todo lo que podemos encontrar en este tipo de productos en la que podríamos llamar la actual serie B del cine norteamericano. The Gambler resulta ser un trabajo totalmente plano, típico, innecesario y monótono, todo cocido al estilo del cine palomitero de sobremesa que nos llega desde la otra parte del globo, que tal vez consiga tu mero entretenimiento pero nunca tu atención ni tu recuerdo, al contrario a lo que en su día fue su predecesora...una cinta cruda, visceral, contundente cuya escena final sin pizca de moral permanecía en tu retina aun tras su visionado. Hablamos de una película que tal vez encuentre una posición más adecuada en el Home cinema o en el mercado del VOD que en la sala de cine. Para finalizar, me gustaría destacar varios puntos que personalmente no salvan la cinta pero sí que ayudan en cierta manera a amenizar su visión...a destacar un prometedor y atípico arranque de cinta(homenaje a un George Kennedy irreconocible)pero que se desvanece rápidamente y unos aciertos tanto en montaje como en términos musicales que ayudan un poco a crear cierta atmosfera pero sin llegar a tener identidad propia, y aunque las composiciones de la cinta en general son correctas todo carece de regularidad y ritmo y nos vemos consumiendo otra vez esa chuchería con un envoltorio llamativo pero con el mismo sabor de siempre, el problema es que tal vez nos encontremos conque ya estamos un tanto aburridos de comer ese tipo de golosinas carentes de calorías...y que no nos digan que no se pueden comparar, porque al fin y al cabo resulta inevitable.


Crítica realizada por Jordi Sanchez.

Calificación: 5/10.

El jugador (The Gambler) llegará a los cines el 1 de enero.

Gracias a Paramount Pictures por invitarnos a su pase de prensa.



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