En Las Manos De Wong Kar-Wair

"Lo peor de todo es que me ha gustado la película" me comentaba Skancia por teléfono después de ver "Memorias de Una Geisha". Tiene que ser difícil reconocer una cosa así en público. Es como decir en mitad de la cena que sigues la telenovela de Antena 3 o que sabes quien ganó la séptima edición de Gran Hermano. A mí no me ha gustado la película. No lo digo por falta de valor, si no atendiendo al nivel de abstracción y profundo sopor en el que me ha dejado. Rob Marshall, director con sus orígenes en Broadway, continúa las líneas estéticas trazadas en su debut cinematográfico, la insípida "Chicago", avanzando tímidamente en la construcción de personajes e indagando en las claves del melodrama, aunque todo hay que decirlo, sus logros resulten algo inócuos y decididamente anticuados. "Memorias De Una Geisha" adapta un best-seller internacional escrito por Arthur Golden y relata la historia de una joven japonesa, desde que es vendida a una casa de geishas hasta que se convierte en la mejor de ellas. El relato está salpicado por una etapa de celos y rivalidades, unos breves momentos de esplendor, el interludio bélico que supuso la derrota japonesa en la II Guerra Mundial y un final feliz. No podía terminar de otra manera. Por partes. La mejor de todas es sin ninguna duda el tramo inicial, en el que al tiempo que se describe el ascenso de la nueva estrella asistimos al ocaso, declive y olvido de la que hasta entonces había sido la geisha mas deseada (interpretada por una estupenda y colocada Gong Li). Es el único tramo de la película en la que la estilizada estética de la película está al servicio de la narración, enriqueciéndola con sus descripciones, colores y sonidos. A partir de ese momento, la película pierde fuelle, se banaliza la historia hasta límites de absoluto ridículo (el interludio "americano" es realmente patético) y deriva hacia el folletín inevitable de postal. LLegados a este punto y después de asistir con desgana al pormenorizado sufrimiento de su protagonista, lo único que el espectador puede desear es que alguien grite o pegue un cañonazo en mitad del salón dél té.


El estilo utilizado por Rob Marshall remite inevitablemente al cine de Wong Kar-Wair, muy en especial a su díptico compuesto por "In The Mood For Love" y "2046", pero lo que Marshall parece obviar es que lo que en las películas de Wair resulta apasionado en "Memorias De Una Geisha" aparece impuesto, acartonado e infantil. Aunque sin leerlo ya intuyo que el material original no es mucho mas interesante que la película en la que se ha convertido, ¿alquien puede llegar a imaginar lo que hubiera dado de si la obra de Golden de haber caído en manos de Kar-Wair?. Pero no, fueron a las de Spielberg.

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