Debajo De Las Sábanas De Jane Austen

Últimamente me he quejado en numerosísimas ocasiones de la falta de originalidad, de propuestas, de lo catastrófico del remake como calco o de la pulcritud de las adaptaciones literarias. Un post mas abajo comentaba lo anodina y sosa que resultaba la adaptación cinematográfica de "Memorias de una Geisha" y hoy me tengo que tragar mis palabras mal escritas para hablar de la emoción que te cala viendo "Orgullo y Prejuicio". Yo le echo la culpa a la letra de Jane Austen. Austen, como otros grandes autores un millón de veces revisitados y adaptados, resulta siempre fresca, provocativa y divertida. La última aproximación a una de sus obras mas famosas, es una excusa sensacional para plantearse el porqué unas adaptaciones funcionan y otras no y el porqué en esta ocasión, el texto nos resulta tan próximo. Lo primero. Resulta frustrante ver como la maquinaria de la industria adapta sin rubor alguno cualquier best-seller de aeropuerto para paliar la escasez de originalidad de los guiones originales. Allan Ball, guionista brillante de "American Beauty" se pasó a la televisión para escribir "A dos metros Bajo Tierra" y "Angels In América" alarmado por la falta de libertad creativa y la censura impuesta por los grandes estudios cinematográficos. Ball afirmaba que la televisión era actualmente el mejor campo donde explorar nuevas formas de narrativa y atreverse con temas tabues inaceptables para los cánones del cine comercial. El segundo interrogante, completa al primero: para que una adaptación literaria funcione tiene que tener un excelente guionista detrás.

En el caso de "Orgullo y Prejuicio", la obra de Jane Austen es una base lo suficientemente sólida como para que el guionista y su director se permitan ciertos malabarismos argumentales que funcionan a las mil maravillas cuando se ajustan a una puesta en escena de una riqueza visual extraordinaria que la cámara no se intimida a la hora de mostrar, acercarse, husmear, retroceder, encandilarse y finalmente asumir como un elemento narrativo mas. Nunca antes en una película de época, la cámara se había movido tanto, había sido tan curiosa como para husmear entre las distintas recámaras, colarse debajo de las sábanas, mostrar sin rubor el tedio de una aburrida tarde de domingo.

Ang Lee desencorsetó un género ajustado a las medidas que le había dado James Ivory y David Lean en la magnífica "Sentido y Sensibilidad" cuando mostró a las mas ilustres damas de la alta sociedad sorteando los excrementos de las decenas de caballos que las habían trasladado y ahora Joe Wright, director de "Orgullo y Prejuicio", profundiza en ese espíritu, utilizando la luz natural de sus paisajes y muy en particular, la luz natural que irradian los ojos de su heroina, una sensacional Keira Knightley para mostrarnos una Inglaterra victoriana algo decadente, pero carente todavía de la nostalgia enfermiza que inundan los pesimistas films de Ivory. Capaz de reírse de sí misma y de sentir emociones verdaderas.

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