La última película de Akira Kurosawa
Los grandes centros comerciales se han puesto de acuerdo en enterrar al VHS. Pablo Q. me comentaba el otro día por teléfono los montones acumulados en un centro Alcampo y hoy mismo quise comprobar en persona el fenómeno. Amontonados en cestas de hierro Harry Potter, Kurosawa y Gonzalo Suárez por ejemplo. Los precios oscilando entre el euro y ochenta céntimos y los dos cuarenta y cinco que costaba por ejemplo la edición en formato panorámico y versión original de "El Infierno del Odio". Respondiendo a un primer impulso, visceral e innato en mí, mje hizo con cuatro títulos japoneses, "Frenzy" de Hitchcock y "Amanece que no es poco" de Jose Luis Cuerda. Todos juntos no llegaban a los diez euros. Poco a poco, camino de la caja, mientras mi primo se hacía con alguna banda sonora, me iba sintiendo cada vez, más y mas observado. Allí estaba yo, en un Alcampo atestado a principios de mes, cargando con seis vídeos, camino de la caja. La escena era inusual. La misma cara de extrañeza hubieran puesto si en lugar de cintas de vídeo llevara al hombro seis conejos muertos. Antes de llegar a la sección de deportes ya había decidido deshacerme de Hitchcock y de Cuerda y así lo hice. Presionado por la atención constante y por el propio peso de los VHS los dejé entre las raquetas y monopatines. Antes de llegar a la caja donde mi primo iba a pagar las bandas sonoras de "Indochine" y "The Empire of The Sun", solté, sin pensarlo si quiera, sin mirar, las cuatro obras maestras del cine japonés en un stand (o como demonios se escriba) de jardineria. Cogí unas chocolatinas que pagé con la calderilla que llevaba encima y mi primo pagó con billete de veinte. Tiempo después, ya en coche, me preguntó: "Pero... ¿y las cintas?". Le dije que las había dejado porque realmente, comprar VHS contribuía de algún modo a su extinción. En el último momento en el que alguien como yo compré la última película de Akira Kurosawa en VHS, éste, habrá desaparecido por completo. "Ya me las compraré en DVD" le dije a mi primo y en diez minutos estábamos a años luz de aquel centro comercial. Allí, Kurosawa, esperará paciente, como siempre fue, a que un reponedor lo recoloque en el cesto correspondiente, alejado de los abonos y las semillas de crisantemo.
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