Boyle cuentacuentos

Siempre me ha gustado ver las películas de Navidad en verano. Me explico. A veces ocurre que por defectos de distribución Santa Claus reparte sus regalos en pleno mes de agosto. Es decir, que no es lo mismo ver "¡Que Bello es vivir!" el 24 de diciembre que una tarde de junio, por poner un ejemplo. Tiene algo de extrañeza, que convierte a James Stewarth en una especie de extraño alienígena con sombrero. Por esos efectos de distribución, llegaba hace un par de semanas a las salas la última película de Danny Boyle, "Millones" que no es una película de Navidad a pesar de que aparezcan los Reyes Magos de Oriente y que tampoco es una de esas películas con nieve como "Fargo" o "Ni Un Pelo de Tonto" o "El Invitado de Invierno" que te apetece ver una tarde de diciembre. Puede que "Millones" no sea un cuento de Navidad al uso, aunque si que tiene sus hadas buenas, sus ogros malos y como no, su moraleja. Lo que pasa es que el cuento está contado con el particular modo de contar las cosas de Danny Boyle, director de la película-manifiesto de los noventa, "Trainspotting" y pope de la modernidad venido a menos después de estrepitosos fracasos como "La Playa" (que tampoco era tan mala como decíamos). La presencia de Boyle como cuentacuentos enriquece el discurso visual, dotando a la narración de una inusitada belleza formal que se complementa a la perfección con el riquísimo mundo interior del protagonista, un niño de ocho años obsesionado con la vida de los santos y mártires del calendario cristiano. A la salida, uno tiene la impresión de que afuera sin duda, debe estar nevando y que si te esfuerzas, podrás distinguir sin problema alguno, esa estrella que todos necesitamos seguir o a la que mirar alguna vez en nuestra vida.

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