Del Británico Ridley Scott


Uno de los puntos del famoso suspenso al gobierno que contemplaba el boletín de notas en el que distintos personajes del sector cinematográfico español puntuaron al ejecutivo, era el de la nacionalidad. Como ocurre en el fútbol con los jugadores comunitarios, en el cine se lleva un tiempo adjudicando una nacionalidad europea a películas que no lo son. Es el caso de "El reino de los cielos", del británico Ridley Scott que hasta que llegó Torrente era la película española mas taquillera del año. El gremio denunció que la participación española a través de la productora KanZaman, era mínima y que en cualquier caso, no justificaba nunca su nacionalización española. Polémicas todas secundarias a un problema mayor que nadie quiere reconocer y que pasa por una reeducación de la audiencia y de una profunda autocrítica. Pero todo eso ya lo sabe todo el mundo y ya lo hemos comentado un millón de veces. El problema no es que "El reino de los cielos" sea o no sea española, el problema es que el cine español no gusta. Hoy he visto la película de Ridley Scott. A pesar de afirmar junto a Pablo que Ridley y su hermano Tony eran los peores directores de la historia del cine, "El Reino de los cielos" no es su peor película. Diría incluso que es una película buena. Tiene un guión lo suficientemente complejo como para trascender a las batallas que lo ilustran. Tiene un puñado de buenos actores que además, lo hacen bien. Scott se las ha apañado para que el espectador mas dócil sea capaz de reconocer en su discurso una lectura mas contemporánea, lo que hace que la película sea una inteligente lección de historia que ramifica hasta nuestros días. Claro está, estoy hablando de una película hecha para que la vean millones de personas, por lo que su discurso es asumidamente didáctico y algo elemental, aunque esto no merma en demasía sus resultados. Parte de ese discurso sería perfectamente aplicable al galimatías de nacionalidades que han hecho posible su realización demostrando que a fin de cuentas, poco importa el sello que estampen mientras te hagas ver. Al final, el suspenso del gobierno no se materializó. A última hora se llegó a un acuerdo de emergencia con Cultura y el contenido del boletín no vió la luz.

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