La Culpa No es de Peckimpah

No estoy seguro, pero creo que fue en clase de Carlos Mugiro, hace un año. Mugiro nos preguntaba por nuestros directores favoritos. Uno a uno, se mencionaron a John Ford, a Billy Wilder a Woody Allen, supongo. Yo no recuerdo a quien dije. John Huston, por ejemplo. La segunda pregunta fue, sin embargo, mucho mas divertida: nuestros directores mas odiados. A Pablo, que siempre le parecieron una gran chorrada todo este tipo de clasificaciones y hit paredes improvisados, le pareció una ocasión estupenda para despotricar contra el cine esteta que tanto odia poniendo a Tony Scott a la cabeza y yo me adherí a su grito de denuncia y mencioné a su hermano, Ridley. Ayer, después de ver "El Fuego de la Venganza", del hermano pequeño me afiancé en lo que pudimos decir un año atrás (y que ya nadie recuerda, claro). No voy a entrar en las implicaciones morales o ideológicas de un producto tan reprobable como éste. Es su discurso visual. El terrible parkinson de su narración, tanto a un nivel formal como argumental. El paralelismo patético entre el fuego de la venganza del título y el agua purificadora en la que se sumerge metafóricamente el protagonista (un hierático y alucinado Denzel Washington). Elementos de parvulario a través de los cuales Tony Scott construye un relato sobre la imposible redención de un hombre, suerte de mártir o guardían del modelo familiar americano tradicional, atrapado en una espiral de violencia en un México folckórico e idealizado a imagen y semejanza del Sam Peckimpah mas dócil. Scott, revisiona uno de los títulos mas interesantes (y también su mayor fracaso, curiosamente) de su filmografía, "Revenge", pero atestado de alucinógenos. No hay plano en la película que consiga durar más de diez segundos lo cual, eterniza la película en lugar de agilizarla. Vamos a echarle la culpa al nuevo sistema de edición digital. Vamos a echarla la culpa a la influencia, a veces nefasta (otras veces no y Jonathan Glazer es un ejemplo) de la publicidad. Vamos a echarle la culpa a la MTV. Hoy, un año después de aquella clase de Planificación sobre el Guión, vamos a echarle la culpa, como dijo Pablo, a los hermanos Scott (y punto).

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