Diario de un proyeccionista / 2

Me preguntaba Miguel esta noche, mientras esperábamos a que terminara la última sesión en los Multicines Chaplin, en un tono algo alucinado la verdad, dónde había aprendido a ser proyeccionista. Miguel no sabe nada de mí. LLegó hace un par de días a la portería y no sabe nada. De lo que fuí, de lo que soy, de lo que me gusta, de lo que sé, de las enfermedades que padezco, las dientes que perdí (y porqué), el origen de la cicatríz en mi barbilla, la frecuencia con la que practico el sexo o, cómo me preguntó hoy: donde aprendí a ser proyeccionista. La verdad es que hoy hace 28 días que empecé a trabajar como tal y mañana será mi primer día sólo en cabina. Hasta ese futuro inminente, he de decir que no he aprendido en ninguna escuela (porque no la hay, entre otras cosas), que lo poco que por ahora sé lo aprendí de Carlos, de Maki y de Alberto (aunque también me haya metido en algún que otro lío) y que todavía me queda mucho por delante. También puedo decir lo reconfortante que es este trabajo para alguien como yo que disfruta tanto con todo esto del cine; cómo esta noche por ejemplo. Picado por Alberto hemos jugado con el rollo de la película de "El Fantasma de la Opera" y me ha tocado a mi acarrear con las consecuencias. De este modo me he quedado durante poco mas de 20 minutos, absolutamente solo en el cine. He ido apagando cada una de las luces, revisando cada una de las salas, cerrando los luminosos, concentrandome en el póster de la nueva pelicula de Audrey Tatou, superando lo mejor posible el miedo a encontrarme con algo o con alguien al doblar el pasillo. Ha sido sencillamente genial. Genial.

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