Contra L Efecto Luhrman


La canción se llama "Falling Slowly" y la interpretan Glen Hansard y Markéta Ibrovna. Los dos son además los protagonistas de "Once", un musical atípico, de vena irlandesa, alejado de la purpurina y el ramalazo filogay del género. A años luz del devastador efecto Luhrman, "Once" estructura su escaleta en el esquema chico-conoce-chica, pero introduciendo en nuevo y efectivo instrumento narrativo: un puñado de canciones que a diferenca del musical tradicional, no rompen o paran la acción; la continúan. Todos los temas musicales son de una sencillez y una belleza reveladora y no necesitan de coreografía, cartón y pluma alguna. Dirige el invento el desconocido John Carney, que también se encarga de escribir una historia de amor de final agridulce resuelta con muy pocos medios pero con una gran carga emocional. De las emociones se encargan Hansar y Makéta, el chico y la chica sin nombres cuya relación se antoja fuera de alcance, a pesar de los acordes que consiguen afinar jutos. A pesar de que ella le diga en su idioma que está enamorada de él (y éste, claro está, no entinda ni una sola palabra). Carney sortea esa diferencia idiomática con la música, pero también por la forma de rodar, de encuadrar las miradas, de provocar el cansancio, de acercar posiciones y propiciar el contacto.



Es curioso que en un año en el que han triunfado musicales como "Hairspray" o "Sweeney Tood" de Tim Burton, éxitos de Broadway traspasados a celuloide con mayor o menor inspiración, o "Across The Universe", suerte de puesta a punto de la filosofía estética de la MTV, sea "Once" el ejemplo mas sincero de las posibilidades de un género herido por lo fatuo de sus coreografías y las melodías afectadas. Andrew Lloyd Webber ha hecho mucho daño, pero afortunadamente películas como "Once" son capaces de sobrevivir al ya mencionado efecto Luhrman y repescar la esencia del musical; aquella que hace que el personaje en un momento determinado deje de hablar, comience a sonar algo de música y se ponga a cantar a pleno pulmón. Larga vida pues al musical, siempre que Bazz Luhrman se quede en Australia cazando serpientes.

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