A 1300 Km de California

Puede que la culpa sea de Robert Redford. Estamos en 1980, Ronald Reagan ha ganado sus primeras elecciones y el fantasma de Vietnan comienza a ser un eco lejano en los hogares americanos. Ha acabado la militancia. Jane Fonda empezaría muy pronto ha enseñar aerobic y Michael Cimino comenzaba a cuestionarse su cambio de sexo. La sociedad había asimilado la figura del perdedor. Se había acostumbrado a ver a los ejércitos de veteranos por las calles, en los bares, quemando banderas, pero nunca se había alojado en casa. De puertas para adentro, familias perfectas hacían como si no hubiera ocurrido nada. Los ochenta en Estados Unidos supusieron una vuelta a un feroz conservadurismo, fomentado por el miedo a nuevas y desconocidas enfermedades como el SIDA y por los últimos coletazos del Imperio del Mal, como Reagan denominó a la moribunda URSS. En este marco, se volvió a ensalzar la figura de la Familia como el pilar básico de la sociedad. Familias pluscuamperfectas, al menos de puertas afuera, semilleros del futuro de América. Sin embargo ese marco familiar impecable, de caras sonrientes y fondos idílicos escondía mas de un desperfecto. Robert Redford fue de los primeros en señalar las grietas del excelente mobiliario familiar. De un puñetazo, Redford suicidaba al hijo perfecto en el que sería su debut como director cinematográfico, "Gente Corriente" e ilustraba el fin del sueño americano. Directores como James L.Brooks ("Reencuentro", "La Fuerza Del Cariño"), Robert Benton ("Kramer Vs. Kramer"), Norman Jewison, Jonathan Kaplan, Mike Rydell o Bruce Beresford corroboraron su defunción.
En 1986 Oliver Stone resucitaría el espectro de la Guerra del Vietnan en la que posiblemente sea la mejor película de los ochenta, "Platoon", cerrando de este modo un ciclo e innaugurando un nuevo discurso cinematográfico, apoyado en el anecdotario autobiográfico. El nuevo realismo americano, producto de las familias rotas surgidas de todos los Kramer que se vieron identificados en el film de Robert Benton.
Hijos de esos Kramer, una nueva generación de cineastas etiquetados hoy como "independientes" son los encargados de mostrarnos la nueva familia americana. Un modelo de familia disfuncional, que funciona a pesar de las numerosas averías en sus motores principales y que es capaz de reponerse al desastre.
En esa esperial catastrofista, se ha estrenado este año "Pequeña Miss Sunshine", de los directores Valerie Faris y Jonathan Dayton.


La familia de la pequeña Olive Hoover es perfecta. El padre, Richard Hoover, enseña a inmigrantes, obesas y parados como dejar atrás su pasado como perdedores y conquistar el éxito económico y social en 9 sencillos pasos. La madre, Sheryl, cuida de la familia y bastante hace con no cortarse las venas. El que si ha intentado cortárselas es Frank, el tío gay de Olive y que viene a vivir a casa por prescripción facultativa. Cierra la estampa familiar un hermano con voto de silencio y un abuelo heroinómano. Cuando la pequeña Olive de 7 años le pregunta a su tío durante la cena (pollo congelado y enselada) porqué ha querido quitarse la vida, Frank le asegura que a pesar de tener un estupendo trabajo, de ser la persona que mas sabe de Proust en todo el territorio americano y de tener una vida social satisfactoria, se sentía plenamente desgraciado. En mayor o menor medida todos y cada uno de los miembros de la familia Hoover podrían haber llegado a la misma conclusión. Como en muchos otros títulos, será la realización de un viaje al que se apuntan todos a regañadientes, el vehículo ideal para que cada uno conjure a sus fantasmas particulares y se enfrente a ellos.

Convertido ya en género cinematográfico (las llamadas road movies), el viaje en el cine hereda de la literatura su carácter iniciático y de descubrimiento. A bordo de una destartalada furgoneta amarilla, los Hoover se verán obligados a soportarse los unos a los otros al tiempo que irán tendiendo cables entre ellos conforme recorren los 1300 kilómetros que separan Alburquerque de California.
"Pequeña Miss Sunshine" es una de esas películas que no se quiere permitir el final felíz porque en cierto modo, éste rebajaría su condición transgresora, sin embargo si que puede perfectamente llegar al entendimiento y en algún momento (ese estupendo plano final en el que Richard queda mirando la sábana en la que estaba envuelto el cadáver de su padre en el maletero de la furgoneta) incluso darse el lujo de emocionarse ante ese instante irrepetible que nunca mas volverán a saborear.

Realizada con poco mas de 8 millones de dólares de la sección independiente de la Fox, "Pequeña Miss Sunshine" ha supuesto un pequeño acontencimiento en Estados Unidos. Primero ha tenido que hacer una taquilla estupenda (unos 80 millones de dólares a nivel mundial que se podrían multiplicar con las futuras nominaciones a los Oscars) para que se le prestara un poco atención. Ahora escriben sobre ella como una de las causantes de la resurrección de la industria en un año de vacas flacas (Superman y Tom Cruise tienen la culpa). En realidad, la película no es para tanto. No es plañidera, pero tampoco deslumbra por su originalidad. Su discurso apoyado en el canon de belleza interior y el carpe diem adolescente es algo elemental, pero funciona. Finalmente, la familia sobrevive. No podía ser de otra manera. Cada uno deberá aprender a vivir con lo que le queda de sus sueños y a echar una mano. A este respecto, una imagen vale mas que mil palabras y por eso, cada vez que tienen que bajarse de la furgoneta para unir fuerzas y empujarla hasta tercera, están un poco mas cerca los unos de los otros. Sin importar lo demás.

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