Tormentas de verano

Vuelvo de mi día libre sin muchas ganas de encerrarme durante diez horas en la cabina crematoria de proyección. Carlos me había apretado los patines de la ventanilla de la sala 3 y había dado con el misterio del Dolby en la sala 2 (se había roto una correa). Así da gusto. Yo no se hacer nada de eso, aunque se supone que un operador, por defecto, sabe hacer de todo. Aún así fui capaz de armar la nueva mesa de montaje y también he cambiado algún que otro tubo fluorescente. En un descuido le comenté a Raúl que nunca había cogido un taladro y desde entonces, soy el operador que no sabe hacer un agujero en la pared. Esta noche se ha desatado una de esas espectaculares tormentas de verano. Los relámpagos iluminaban todo el mar, secundados por los truenos cada vez mas cercanos. Finalmente, llegó a la ciudad y durante un minuto descargó todo el agua sucia que traía desde el Sahara. No se ha ido la luz, menos mal. No se a donde demonios se va la luz cuando cae el sistema, pero es una putada que eso ocurra en el final de "El Reino de los Cielos", por ejemplo. Cuando ésto ha ocurrido (este invierno, un par de veces), los espectadores han sido lo suficientemente comprensivos como para reconocer la situación. Natalia, que se había metido en la sala 3 para terminar de ver "El Calentito", me reprochó a la salida que no la hubiese llamado para ver la tormenta. Ninguno de las treinta y tantas personas que esta noche decidieron entrar en el cine han sido testigos de esta primera tormenta de verano. Seguramente se pregunten, extrañados, que demonios ha ocurrido para que todo esté encharcado y se respire ese olor tan especial que levanta siempre la lluvia en verano.

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