Persistencia Retiniana

Cada vez que sube alguien a la cabina de proyección se queda algo desilusionado. Supongo que todos esperan ver una especie de boca de león desde la que sale un potente cañón de luz que proyectada en la pantalla en blanco hace que nazcan las películas. En lugar de eso, lo primero que se encuentra el turista ocasional es con las numerosas sacas con las latas de películas. Luego un montón de bobinas, algunas oxidadas, otras algo dobladas. Si te adentras descubres por fin las cinco máquinas de proyección. Cinco monstruos con sus platos girando sin fin mientras cientos de fotogramas serpentean por las distintas ruedas. Luego está el ruido, claro, y también el calor sofocante, aunque paliado por el brillante nuevo sistema de ventilación y dos potentes ventiladores. En fin. Ayer subió Natalia. Natalia echa una mano con las palomitas, las cocacolas y las gominolas y ayer subió hasta la cabina para darme un trocito de delicioso bizcocho de chocolate. Su primera impresión estuvo dentro de la media, pero luego descubrió, sobre la mesa de montaje, un fotograma olvidado(1). Natalia, que no tiene muchas luces (ni tiene porqué demonios saber lo que es un fotograma) preguntó enseguida qué era aquello. Le expliqué que venticuatro pequeñas fotografías como aquella, eran un segundo de película y que gracias a persistencia retiniana de nuestro ojo, se creaba la ilusión óptica del movimiento. Natalia quedó ernomemente sorprendida y se imaginó como debería ser un rodaje, con los actores tan quietos, durante tanto tiempo mientras alguien le hacía tantísimas fotografías. Me reí con ganas y no quise explicarle nada más. Bastante había por hoy. Bajamos al vestíbulo a tomar un café; cerré la puerta de la cabina y el sonido cesó. El misterio continuaba intacto. El cañón de luz también.
(1)Un momento de "Llámame Peter" con Charlize Theron.

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