Rocky Balboa pierde su último Asalto

Iba a empezar escribiendo: "No sé que es lo que tienen las películas de boxeadores que siempre hablan de perdedores". Lo hacía a propósito de "Million Dollar Baby" y teniendo como referente inmediato el "Fat City" de John Huston, pero no es exactamente así. O al menos, no todas tratan de igual modo a la figura del perdedor. Rocky Balboa se encargó de ello, a pesar de perder el asalto definitivo frente al legendario Apollo. Sin embargo, Rocky tuvo cuatro oportunidades mas de borrar la estampa del perdedor y convertirse en la imagen del triunfo e icono de los años ochenta. Los protagonistas que cruzan los distintos asaltos de sus vidas en la estupenda nueva película de Clint Eastwood, están en cambio, muy alejados de esa imagen del triunfador hormonado que patentó Sylvester Stallone en la era Reagan; un ex boxeador con un ojo de cristal que pasa los últimos años de su vida recogiendo los escupitajos de los nuevos púgiles, un entrenador que dirige el gimnasio con mas déficit de la ciudad, incapaz de enfrentarse a la victoria y una camarera sin autoestima, que quiere triunfar como boxeadora. Lo que a priori se presenta como una historia sobre últimas oportunidades con algo de superación se transforma a medida que avanza la película en poderoso retrato de tres personas en el temprano ocaso de sus vidas o sus carreras. Con lo que esto añade, a la fotografía (estupenda de Jon Stern), la música (compuesta por el propio Eastwood a partir de una serie de notas al piano) y por supuesto a la puesta en escena. Me comentaba una señora a la salida de la película que se había tenido que imaginar la película porque a penas si se veía algo. Lo decía con la seguridad de tener la verdad absoluta. La señora insistía en haber visto ya la película en otros cines de la ciudad y lo había hecho con otra luz. Antes de que pidiera el libro de reclamaciones, insistí en que la culpa era de Eastwood y de Stern por hacer una película tan negra y no de un pobre proyeccionista como yo o de una máquina vieja y cansada como la de la Sala 4. La señora no pareció nada convencida, pero en el caso de que su demanda hubiera prosperado, ésta la tendría que haber encabezado a nombre de Malpaso Producciones y del propio Clint Eastwood. Muchos espectadores piensan que ir al cine es como ir a una sala con cientos de butacas para ver una película (o un partido de fútbol) en una tele gigante. Algunos salen de la sala para decirnos que le bajemos el sonido, otros como la señora antes mencionada, para que le subamos el brillo. Estoy seguro de que cuando se estrenara "La Lista de Schindler", por poner un ejemplo, alguien saldría de la sala para quejarse al operador de que la película se veía en blanco y negro, que le diera un poco de color. No entiende ese sector del público que una película es una obra artística y que como tal es intocable e inalterable, pues así es como ha sido concebida por su autor. ¿Que diría Jon Stern si cada proyeccionista pudiera regular el brillo, el contraste y el color de su trabajo?. A este paso, un día alguien irá a la Tate Gallery y pedirá que le rebajen el color a "Los Girasoles" de Van Gogh. Por supuesto, nada de esto le dije a la señora que se me quejó de la oscuridad física y emocional que impregna cada fotograma de "Million Dollar Baby". Como me respondió Enrique, el portero, cuando le comenté el incidente: "Por qué no le dijiste a ella todo lo que me acabas de contar sobra el artista y la inalterabilidad de la obra de arte?". Pues eso. Uno siempre construye los mejores discursos, las protestas más sonoras, en su imaginación. Así, evidentemente, es muy difícil cambiar el hábito de las cosas. Eastwood por su parte, si ha cambiado algo: el modo de entender a los perdedores.

Comments

  1. Anonymous1:03 PM

    A eso yo lo llamo "la cultura de la salita de estar" y consiste en que el espectador cree estar en su casa y que a los demás nos interesan sus degluticiones, su mala educación o sus comentarios, lindantes con la idiocia. Por eso -y por mi animadversión al trasnocheo- prefiero ir a sesiones tempranas.

    Como puedes ver, sigo por aquí.

    Un saludo,

    Ihara.

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  2. Me alegra saber que sigues por aquí, Ihara. Lo de la mala educación, los comentarios inútiles y las degluticiones habituales es una lacra a la que de momento no veo solución. Tiene mucho que ver con lo que comenta Mr. Belvedere, ilustre y decano entre los críticos de la revista Fotogramas, que comenta eso mismo pero aplicado al gremio de los nuevos críticos empeñados en hacerse notar, empeñados en escucharse a ellos mismos. Porque al final se trata de eso mismo, de escucharse uno mismo, en voz alta, sin importate un carajo lo que dicen los demás. Por eso, lo bueno de los blogs, por ejemplo, donde una crítica, un comentario, puede ser respondido. Se lanza al hiperespacio (si es que eso existe) y aquel que te lea, puede ponerse en contacto, de vuelta y media o ignorarte. Saludos y no te pierdas, Ihara!.

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  3. Anonymous4:12 PM

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