Especial festivales: Crónica del Festival de Sitges 2017: Día 4
Optamos por tomarnos un descanso y dedicamos sólo la tarde para ver tres películas. En Retiro vemos Mom and dad (Brian Taylor, Estados Unidos), la primera que vemos de la sección Oficial Fantàstic Competició. Por motivos irrelevantes, todas las madres y padres sienten el impulso de asesinar a su retoños de cualquier forma. En resumen, Nicolas Cage y Selma Blair quieren matar a su hija y a su hijo. Media película está centrada en el planteamiento de la situación y, pese a su esfuerzo en mostrar situaciones dotadas de humor negro, no llegamos a ver nada realmente atrevido o rompedor. La otra mitad es lo que hemos venido a ver. Cage, aceptando su condición de meme, nos regala caras, gestos y frases que hacen estallar a la sala en risas y aplausos. Sin embargo, y pese al recorrido del director, esta segunda parte tampoco llega a ser lo que se nos promete y en ningún momento se sale de la zona de seguridad. En una película con decenas de muertos apenas vemos ni muertes ni sangre. El festival nos hace un recordatorio de la doble moral estadounidense.
En Prado vemos Marjorie Prime (Michael Almereyda, Estados Unidos y España), dentro de Noves Visions One. Adaptando una obra de teatro, nos encontramos con una profunda obra de ficción científica, género que año tras año se ha ido pervirtiendo hasta llegar a perder aquello que lo caracteriza. Con los avatares de personas fallecidas como tema principal, la película gira en torno a cómo construimos experiencias a partir de nuestros recuerdos, nuestras versiones de los acontecimientos que vivimos. Un pequeño y excelente reparto interpreta tanto a sus personajes como a las versiones de éstos que sus familiares elaboran a partir de sus visiones personales. Con delicadeza y humildad, vemos algo mucho más humano que la mayoría de blockbusters que afirman tocar los mismos temas.
Por último, empezamos una de nuestras secciones favoritas (si no la que más tenemos en cuenta), Seven Chances. Death line (Gary Sherman, 1972, Reino Unido) es la primera película que se proyecta dentro de ésta, en la cual se nos narra, en forma de slasher policíaco, una pequeña alegoría sobre las clases sociales. Pese a su intención de dejar claro quiénes llevan tiempo oprimiendo y quiénes son los oprimidos, Donald Pleasence, que representa a los primeros, roba muchísimo protagonismo con todas sus escenas. Aun así, nos retiramos habiendo visto una joyita que combina terror y humorr. Y con la aparición estelar e hilarante de Christopher Lee.
Además de numerosas presentaciones y debates, destacamos que el cinematógrafo Juan Mariné (Mil gritos tiene la noche, 1982) recibe la María Honorífica.
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