Martin Scorsese Contempla Su Oscar
Aunque "Infiltrados" no sea ni de lejos la mejor película de Martin Scorsese, no puedo por mas que me empeñe, contrariar el resultado de las votaciones de los mas de 5000 académicos que la eligieron como la Mejor Película del Año. Repasando reacciones en los distintos medios de comunicación me sorprendía ante la opinión generalizada que la prensa tenía de que esta temporada había estado llena de grandes películas. A mí no me lo ha parecido así y de los cinco títulos nominados a Mejor Película, ninguno tenía mi simpatía. Quizás por eso (y a pesar de romper mis quinielas un año mas), el triunfo de Scorsese me concilió con los Oscars. Ver sobre el escenario del Kodak Theatre a Francis Ford Coppola, George Lucas y Steven Spielberg entregar su primer Oscar a un emocionadísimo Martin Scorsese es uno de esos momentos que uno atesora para siempre en el rincón mas mitómano de nuestra memoria fílmica. Y es que estos tipos han hecho algunas de las películas mas grandes que ha dado el cine en las últimas cuatro décadas, a pesar de los pesares. Precisamente por todo lo que ha hecho Scorsese, nadie podía este año arrebatarle su estatuilla.
La ceremonia fue extenuante en duración, en cantidad de premios, homenajes, montajes, números musicales, cortinillas y estrellas. Parece ser que la Academia quisiera deslumbrar al mundo entero con un espectáculo faraónico que de algún modo disimulara la escasa repercusión de cine estadounidense en los controles anuales de calidad. La presencia mexicana potenció al principio de la gala la multiculturalidad de los nominados de este año, pero pronto el espectáculo se centró en los vertiginosos escotes de Nicole Kidman, Naomi Watts, Kate Winslet, Jennifer López, Penélope Cruz, Jessica Biel o Cameron Díaz y las sonrisas ajustadas de Leonardo DiCaprio, Clive Owen, George Clooney o Daniel Craig. Afortunadamente, claro. Y aunque la cómica Ellen Degeners, anfritiona del sarao, cumpliera su promesa de no bailar ni cantar, la verdad es que la ceremonia tuvo lo suyo alargando la escaleta de tiempos hasta las cuatro horas largas. Entre los aciertos, los intermedios con sombras chinas, entre los errores, el terrible duelo de egos de las tres protagonistas de "Dreamgirls" vociferando las canciones nominadas de la película y la fantasmagórica actuación de Celine Dion en el bloque de homenaje a Ennio Morricone, Oscar a toda una vida. Ellen imprimió cierto dinamismo a la gala paseandose por el patio de butacas e intimando con Scorsese, Eastwood, DiCaprio o Penélope Cruz, pero en general la ceremonia se antojó improvisada, sin un un hilo temático que la condujera y saturada de tiempos muertos.
Para contrarestar esos tiempos muertos, tres o cuatro momentos que hacen que siempre caigamos en la trampa y nos quedemos despiertos año tras año. La sincera emotividad con la que Ennio Morricone aceptaba su Oscar honorífico después de cuatrocientas partituras y 5 nominaciones que no acabaron en premio, algunas presencias estupendas como las de Catherine Deneuve presentando un clip que recorría los 50 años de la categoría de Mejor Película Extanjera, el desparpajo de Dianne Keaton al lado de Jack Nicholson entregando el premio mayor de la noche, las enternecedoras lágrimas de Thelma Schoonmaker recogiendo su tercer Oscar por el montaje de "Infiltrados", las caras de incredulidad de Eddie Murphy o Peter O'Toole después de perder sus respectivos Oscars de interpretación, el innegable carisma escénico de Helen Mirren sujetando su estatuilla dorada, los aplausos dedicados al recuerdo de Robert Altman y claro está, el reencuentro sobre el escenario de Spielberg, Lucas, Coppola y Scorsese, estandartes del nuevo cine americano, que revolucionó el modo en el que era entendido el mercado y dimensionó el concepto de autor.
La ceremonia fue extenuante en duración, en cantidad de premios, homenajes, montajes, números musicales, cortinillas y estrellas. Parece ser que la Academia quisiera deslumbrar al mundo entero con un espectáculo faraónico que de algún modo disimulara la escasa repercusión de cine estadounidense en los controles anuales de calidad. La presencia mexicana potenció al principio de la gala la multiculturalidad de los nominados de este año, pero pronto el espectáculo se centró en los vertiginosos escotes de Nicole Kidman, Naomi Watts, Kate Winslet, Jennifer López, Penélope Cruz, Jessica Biel o Cameron Díaz y las sonrisas ajustadas de Leonardo DiCaprio, Clive Owen, George Clooney o Daniel Craig. Afortunadamente, claro. Y aunque la cómica Ellen Degeners, anfritiona del sarao, cumpliera su promesa de no bailar ni cantar, la verdad es que la ceremonia tuvo lo suyo alargando la escaleta de tiempos hasta las cuatro horas largas. Entre los aciertos, los intermedios con sombras chinas, entre los errores, el terrible duelo de egos de las tres protagonistas de "Dreamgirls" vociferando las canciones nominadas de la película y la fantasmagórica actuación de Celine Dion en el bloque de homenaje a Ennio Morricone, Oscar a toda una vida. Ellen imprimió cierto dinamismo a la gala paseandose por el patio de butacas e intimando con Scorsese, Eastwood, DiCaprio o Penélope Cruz, pero en general la ceremonia se antojó improvisada, sin un un hilo temático que la condujera y saturada de tiempos muertos.
Para contrarestar esos tiempos muertos, tres o cuatro momentos que hacen que siempre caigamos en la trampa y nos quedemos despiertos año tras año. La sincera emotividad con la que Ennio Morricone aceptaba su Oscar honorífico después de cuatrocientas partituras y 5 nominaciones que no acabaron en premio, algunas presencias estupendas como las de Catherine Deneuve presentando un clip que recorría los 50 años de la categoría de Mejor Película Extanjera, el desparpajo de Dianne Keaton al lado de Jack Nicholson entregando el premio mayor de la noche, las enternecedoras lágrimas de Thelma Schoonmaker recogiendo su tercer Oscar por el montaje de "Infiltrados", las caras de incredulidad de Eddie Murphy o Peter O'Toole después de perder sus respectivos Oscars de interpretación, el innegable carisma escénico de Helen Mirren sujetando su estatuilla dorada, los aplausos dedicados al recuerdo de Robert Altman y claro está, el reencuentro sobre el escenario de Spielberg, Lucas, Coppola y Scorsese, estandartes del nuevo cine americano, que revolucionó el modo en el que era entendido el mercado y dimensionó el concepto de autor.
PD: ¿Para cuando un Oscar a Brian de Palma?
Francisc Martinez...y yo sin fijarme
ReplyDeleteJajaja... Jorgito, tal despiste sólo podía ser obra tuya!!!
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