Falta de Cobertura en Babel


¿Qué sentido tiene el viaje cuando no quieres deshacerte de las comodidades de lo conocido?. Desde hace años nos movemos por los distintos destinos del mapa terráqueo, protegidos por la certeza de lo que nos espera a la vuelta. Puedes perderte un mes en la selva de Vietnan sabiendo que tienes plaza reservada para un vuelo de vuelta a tus paisajes conocidos. No pasa nada. Todo está programado. Las baterías de tu cámara digital recargadas. Tu teléfono móvil tiene activada su banda. Estas en casa. Estás en Marruecos, por ejemplo. Allí arranca la acción de "Babel", la última película de Alejandro González Iñárritu.
Las historias son tres y el nexo que las une, un rifle. La moraleja, no puedes escapar de tus actos ya que estos, inexorablemente, repercuten y te unen a los demás, aunque estés a diez mil kilómetros de distancia. Marruecos, Japón y la frontera que une México con Estados Unidos son los escenarios donde Iñárritu y su guionista, Guillermo Arriaga, edifican los cimientos de su particular torre de Babel con la incomunicación como base. Porque de lo que Arriaga e Iñárritu nos hablan en "Babel" es de la terrible incomunicación que se establece entre las personas, curiosamente no por hablar un idioma distinto, sino por no saber escuchar. En un momento dado, te puedes llegar a entender con una anciana que vive en una remota aldea de Marruecos si ambos consiguen reconocerse. Del mismo modo, dos personas que hablan perfectamente la misma lengua pueden revelarse incapaces de comprender al contrario por el simple hecho de no prestar atención a lo que está diciendo el otro. Escuchar.


En una sociedad como la nuestra, absolutamente centralizada, escandalizada a diario con las frivolidades de estrellas de rock adolescentes y capaz de guardar en la bandeja de entrada de su teléfono móvil de última generación el vídeo con la ejecución de un ser humano, el esfuerzo de Iñárritu por acercarnos a las voces de una serie de personajes que son incapaces de hacerse escuchar entre el terrible ruido que nos salpica (politonos,interferencias,falta de cobertura, discursos de Navidad) es realmente impecable.


Puede que el conjunto se resienta de una estructura que creemos superada, y por un cierto estancamiento de sus propuestas, pero nadie puede negar la capacidad de conmoción, desaliento y sordera que provocan las imágenes de una película como "Babel". Desde el llanto de un niño con los brazos en alto en mitad del desierto marroquí, al silencio con el que Amelia, después de haber estado 16 años trabajando en un país que creía su casa, es devuelta al otro lado del mundo civilizado, como si se tratara de una mercancía defectuosa; y todos, de alguna manera, con nuestro silencio, lo aceptamos como creíble o no.

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