El Cine Negro Según Kaurismaki

Ver una película de Aki Kaurismaki te reconcilia con el cine. Me explico. Ayer me metí a ver "Luces Al Atardecer" en los Verdi. 6,50 la entrada (motivo suficiente como para desafiar a la Ley Antipiratería y bajarse la película del Emule). La sala medio llena, medio vacia.

La película arranca con los sonidos de "Volver", mientras un guardia de seguridad termina su turno y tres borrachos rusos hablan de la triste mortalidad de Pushkin,Dostievsky y Tolstoi. El guardia de seguridad es Konstinen, el nuevo anti-héroe de Kaurismaki. Un hombre con una vida mas o menos miserable, sin amigos, incapaz de salvar a un perro de la inanición e incapaz también de reconocer a la mujer de la que está enamorado. La intriga posterior es lo de menos. Aparece una mujer fatal a la que invita al cine y a bailar (aunque ni ve la película ni da un paso) y ésta le traiciona de la peor de las maneras, aprovechándose de él, robándole las llaves de seguridad del centro comercial donde trabaja y cargándole con un muerto valorado en 200.000 euros. Pero incluso el cine negro, en Kaurismaki, es diferente.


Valiéndose de una mínima anécodota argumental, Kaurismaki disecciona la radiografía de un hombre vulgar descubriendo al héroe que lleva dentro. Y es que, como comentábamos Carlos y yo a la salida de la película, si esta película hubiese sido realizada en Estados Unidos, la hubiera producido Jerry Bruckheimer y el protagonista sería un atribulado Will Smith víctima de una conspiración gubernamental internacional donde la seguridad del planeta depende de él. En lugar de eso Kaurismaki no duda en maltratar a su héroe hasta que éste se ve obligado a reaccionar; aunque este hecho en el cine de Kaurismaki se traduzca a un simple gesto, a una mirada desesperada a través de las rejas de la cárcel donde te pudres, a un movimiento en el momento preciso para reterner a la mujer que amas.


Si tenemos que comparar (porque siempre tendemos a comparar, calificar y ensalzar en detrimento de otros), "Luces al Atardecer" no está a la altura de los mejores trabajos de Kaurismaki (léase "Nubes Pasajeras" y sobre todo "Un Hombre sin Pasado"). Kaurismaki confía en exceso en la inexpresividad de sus protagonistas y su guión funciona con menos gracia de lo esperado. Sin embargo no se le puede negar una inexplicable capacidad de fascinación; en sus silencios, en el color de sus cielos, en los escasos movimientos de cámara que te envuelven. Cosas todas ellas, que definen la autoría de un director inclasificable destinado a salvarnos el año cinematográfico, sobre todo en uno como éste en el que se confunde con tanta frecuencia modernidad con estilo o autoría.

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