A Diferencia de Richard Dean Anderson, "Sones y Costumes".

Hace un par de noches en un programa de Cuatro, "Noche Hache", uno de los colaboradores analizaba un capítulo de MacGyver en el que el héroe de acción tenía que rescatar a una geóloga secuestrada por un grupo de terroristas en el Pais Vasco, reconvertido en una suerte de república habanera por obra de un atajo de guionistas estúpidos. Si MacGyver era capaz de fabricar una bomba atómica con una horquilla, una goma de borrar y un chicle, ¿por qué nos habría de sorprender que sus vascos hablaran con acento mexicano y no fueran capaces de distinguir una geóloga de un físico nuclear?. Cosas del folclore. Cosas también de la estupidez estadounidense, si. Esa misma mañana podía ver al fin "Sones Y Costumes", un trabajo documental de 45 minutos dirigido por Pablo A. Quiroga también sobre cosas del folclore, que a diferencia de MacGyver y muy a su pesar, no es nada estúpido. A diferencia de Richard Dean Anderson, Pablo asume la condición de sponsor y el interés didáctico de su trabajo para juguetear con las reglas elementales de la narración, desafiar el naturalismo de sus paisajes con personajes y vestimentas de otras épocas y enrarecer con todo ello su relato. Hay muchos modos de acercarse al tópico, de indagar en las claves y la esencia del folclore de un pueblo, ya sea el vasco según MacGyver o el asturiano según Quiroga. La diferencia entre el primero y el segundo estriba en que mientras los creadores de MacGyver apelan al disfraz y el artefacto, Quiroga, cámara en mano, se adentra con respeto, prudencia, algunas dosis de aburrimiento natural y sobre todo, con curiosidad, algo esencial. La curiosidad de ese niño que se asoma el objetivo de la cámara al principio de "Sones y Costumes" y que se esconde después detrás de una roca, mientras se pregunta quienes son esas personas que bailan con unas redes y cantan en mitad de la playa de Gijón. Como si fueran fantasmas. Es precisamente ese elemento fantasmagórico que se adueña de todos los personajes de "Sones y Costumes", ataviados con sus ropas y recordando cantos y hazañas del pasado lo que los convierte en una suerte de fantasmas que enlazarían de forma maestra con las mejores piezas del Quiroga cineasta de "El Año de los Tres Ochos" sin ir mas lejos.

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