La Culpa De Somerset Maughan
Cuando Andrew Kevin Walker estaba condenado a ser uno de los mejores guionistas de Hollywood, bautizó al personaje de Morgan Freeman en "Se7en" con el nombre de William Somerset. Walker hacia justicia a un autor absolutamente olvidado que sin embargo, había sido uno de los escritores de mayor éxito en la primera mitad del siglo XX y lo referenciaba dentro del batiburrillo de citas literarias que configuraban el armazón intelectual del thriller de culto dirigido por David Fincher. Las referencias nos llevaban hasta su obra magna, "On Human Bondage", publicada en 1915 y autobiográfica en buena parte de su narración. En ella se describía de forma mas o menos encubirta la azarosa vida hasta entonces de Somerset; su origen como huérfano y sus problemas de dicción y tartamudeo. Un año después, Somerset viajaría hasta China para documentarse sobre su próxima novela, una biografía de Paul Gaugain y que supondría el primero de sus muchos viajes al continene asiatico, convirtiéndolo improvisadamente en cronista e excepción de la decadencia del colonialismo. "El Velo Pintado", publicada en 1925 es una de las obras producto de esos viajes y de la mirada observadora, apasionada y luminosa de Somerset Maugham.
Ocheinta y un años después de su publicación y tras dos adaptaciones cinematográficas, Edward Norton en calidad de productor se ha empeñado en llevar a cabo una revisión de la obra de Somerset, menospreciando en buena medida el aparato melodramático para subrayar el conflicto social y dar un giro de perspectiva al asunto de las relaciones sentimentales. Una tarea nada fácil hoy día, acostumbrados a la obviedad obscena de los dramas modernos y la cancerosa presencia de la comedia romántica, parodias en definitiva de los géneros que asimilamos hoy día como puestas a punto para retrasados. Norton como el aventurero Doctor Fane al que interpreta en "El Velo Pintado", hace frente a los convencionalismos de la taquilla proponiendo un sólido drama romántico enmarcado en un contexto social e histórico nada complaciente que de forma compleja y admirable entretejen el carácter de los dos protagonistas y su autodestructiva forma de entender el matrimonio. Por un lado esta Kitty, interpretada por Naomi Watts, una chica inglesa de clase media, despreocupada y alegre pero presa de una familia que la asfixia y la lleva al compromiso con un hombre al que no ama, el Doctor al que interpreta Norton, pero que le supone la única oportunidad de emancipación en una época como el principio del siglo XX con escasas oportunidades para las mujeres. Por otro lado está Fane, bacteriólogo destinado en la China colonial, apocado y timido. Esa es la premisa, descrita en un elegante flash back que parte de la mirada de desesperación de Kitty, abandonada en mitad de la nada, a mil millones de kilómetros de cualquier lugar conocido y que recorre un pasado que se le antoja tan lejano que parece que nunca existió. Acentuado por la música de Erik Satie que silencia el resto de sonidos o diálogos, como ecos de algo que recuerdas muy, muy vagamente, Kitty trata de comprender como ha llegado a parar a un lugar que le es tan ajeno, pero que sin embargo, va a marcar su vida.
Si la primera parte de la película resulta ejemplar en cuanto a una serie de resoluciones narrativas y dramáticas (como ese flash-back descrito antes, la infidelidad de Kitty descubierta a través del pomo de una puerta que no se termina de abrir, o los primero escarceos sexuales en el matrimonio, con la luz apagada a petición de Fane), el segundo bloque de la cinta, aquel que comprendería el viaje hasta la remota región asolada por el cólera en la que Fane y Kitty se desplanzan como voluntarios, está ejecutado de un modo mas clásico forzando el contraste ante lo desconocido (tanto para Fane como para su esposa, obligada por éste a acompañarle previa amenaza de divorcio por adulterio) y formalizando de un modo algo menos efectivo el caos político y social que vive la región (tensiones que culminarían con el fin de la presencia colonialista en China) con la situación personal del matrimonio (que evidentemente parte del desprecio, al acercamiento y finalmente al entendimiento). Tiene no obstante este bloque numerosos puntos de interés. Los tiene sobre todo en las miradas de Watts, en la forma deliberada que tiene el director, Nick Curran, de enrarizar el ambiente a veces de forma algo tosca y rozando lo kitch (como cuando aparece el personaje de la amante de Waddington, compañero de Fane en la zona infectada, británico como él) y a veces con una sexualidad realmente provocadora. Probablemente, le sobren monjas sacrificadas y algún que otro folpe de efecto. Probablemente el final (él único final posible que podría tener la historia) sea demasiado precipitado (quizás para no caer en lo maniqueo). Probablemente sea la falta de costumbre a la hora de ver películas tan bien escritas como "El Velo Pintado". Vamos a echarle la culpa a Somerset Maughan.
Ocheinta y un años después de su publicación y tras dos adaptaciones cinematográficas, Edward Norton en calidad de productor se ha empeñado en llevar a cabo una revisión de la obra de Somerset, menospreciando en buena medida el aparato melodramático para subrayar el conflicto social y dar un giro de perspectiva al asunto de las relaciones sentimentales. Una tarea nada fácil hoy día, acostumbrados a la obviedad obscena de los dramas modernos y la cancerosa presencia de la comedia romántica, parodias en definitiva de los géneros que asimilamos hoy día como puestas a punto para retrasados. Norton como el aventurero Doctor Fane al que interpreta en "El Velo Pintado", hace frente a los convencionalismos de la taquilla proponiendo un sólido drama romántico enmarcado en un contexto social e histórico nada complaciente que de forma compleja y admirable entretejen el carácter de los dos protagonistas y su autodestructiva forma de entender el matrimonio. Por un lado esta Kitty, interpretada por Naomi Watts, una chica inglesa de clase media, despreocupada y alegre pero presa de una familia que la asfixia y la lleva al compromiso con un hombre al que no ama, el Doctor al que interpreta Norton, pero que le supone la única oportunidad de emancipación en una época como el principio del siglo XX con escasas oportunidades para las mujeres. Por otro lado está Fane, bacteriólogo destinado en la China colonial, apocado y timido. Esa es la premisa, descrita en un elegante flash back que parte de la mirada de desesperación de Kitty, abandonada en mitad de la nada, a mil millones de kilómetros de cualquier lugar conocido y que recorre un pasado que se le antoja tan lejano que parece que nunca existió. Acentuado por la música de Erik Satie que silencia el resto de sonidos o diálogos, como ecos de algo que recuerdas muy, muy vagamente, Kitty trata de comprender como ha llegado a parar a un lugar que le es tan ajeno, pero que sin embargo, va a marcar su vida.
Si la primera parte de la película resulta ejemplar en cuanto a una serie de resoluciones narrativas y dramáticas (como ese flash-back descrito antes, la infidelidad de Kitty descubierta a través del pomo de una puerta que no se termina de abrir, o los primero escarceos sexuales en el matrimonio, con la luz apagada a petición de Fane), el segundo bloque de la cinta, aquel que comprendería el viaje hasta la remota región asolada por el cólera en la que Fane y Kitty se desplanzan como voluntarios, está ejecutado de un modo mas clásico forzando el contraste ante lo desconocido (tanto para Fane como para su esposa, obligada por éste a acompañarle previa amenaza de divorcio por adulterio) y formalizando de un modo algo menos efectivo el caos político y social que vive la región (tensiones que culminarían con el fin de la presencia colonialista en China) con la situación personal del matrimonio (que evidentemente parte del desprecio, al acercamiento y finalmente al entendimiento). Tiene no obstante este bloque numerosos puntos de interés. Los tiene sobre todo en las miradas de Watts, en la forma deliberada que tiene el director, Nick Curran, de enrarizar el ambiente a veces de forma algo tosca y rozando lo kitch (como cuando aparece el personaje de la amante de Waddington, compañero de Fane en la zona infectada, británico como él) y a veces con una sexualidad realmente provocadora. Probablemente, le sobren monjas sacrificadas y algún que otro folpe de efecto. Probablemente el final (él único final posible que podría tener la historia) sea demasiado precipitado (quizás para no caer en lo maniqueo). Probablemente sea la falta de costumbre a la hora de ver películas tan bien escritas como "El Velo Pintado". Vamos a echarle la culpa a Somerset Maughan.
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