Yogourt de Macedonia
El verano se pasará enseguida. A partir de la semana que viene el cine de terraza adelanta el inicio de las sesiones a las nueve y media, lo que significa que los días cada vez son mas cortos, lo que quiere decir que dentro de nada, será septiembre. Mientras tanto, continúa haciendo un calor infernal y las salas de cine son una inmejorable escapatoria de las cinco de la tarde. Las cinco de la tarde son terribles en todas las ciudades. La gente huye como puede y se refugia en teterías, telenovelas, cotilleos y películas de acción. Huyendo ayer de las cinco de la tarde de mi día libre me metí en el primer cine que tenía sesión y ví "Sin City". La primera impresión que se tiene al entrar en una ciudad como (Ba)Sin City es la de ser un forastero. Esperas que te metan un balazo a la menos de cambio. Le buscas defectos, esquivas las mejores jugadas, te resistes a rendirte, pero al final no puedes luchar contra lo evidente: "Sin City" es una de esas películas que se quedarán. Para bien o para mal no he leído ninguno de los comics de Frank Miller que al parecer tan fielmente ha trasladado a la pantalla el casi siempre infame Robert Rodríguez, ayudado en las tareas de dirección por Quentin Tarantino y el propio Miller, que firma como codirector. Para mal porque no he podido bucear en sus influencias, en cada una de sus calcomanías. Para bien, porque me he librado de todo lo anterior y puedo disfrutar de "Sin City", la película, libre de prejuicios, mitomanías, contradicciones. Ana, que terminó de leerse los cómics catorce minutos antes de ver la película el día de su estreno, me decía después que la película era extraordinariamente fiel al texto, lo cual entonces no me parecía lo mas acertado. ¿Qué sentido tiene trasladar las viñetas de un cómic al celuloide si no te permites un ápice de libertad, si no utilizas los recursos del lenguaje cinematográfico?. Ana me aseguró rápida, que el lenguaje de Miller es muy cinematográfico y que quizá fuera al revés. Al revés. Cine que influye a la literatura. Películas que adaptan novelas, cómics y teletiendas. Esto es un patas arriba. Una feria de locos donde todos influyen en todos. El cine, como la literatura, la pintura y demás artes modernas son un amasijo de influencias, una macedonia pop (como afirmaba Jamie Collum en la contraportada de El País de hoy). No vale la pena delimitar, etiquetar. A fin de cuentas, los yogures de macedonias suelen ser los mas sabrosos.
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