Gramática Cinematográfica II
Seguimos con la gramática, aunque todavía no haya podido ver la peli de Godard (a pesar de las ganas que le tengo). La gramática del plano, o lo que es lo mismo, la gramática del silencio. Es decir, como hacer que un plano sea lo mas narrativo posible sin decir una sola palabra. Pablo y yo lo comentábamos por teléfono esta misma tarde a propósito de Kim Ki-Duk. Los dos nos iniciamos en el cine del coreano a la vez. Fue con el DVD de "Seom", alquilado uno de esos días tontorrones sin ganas de bajar al "Mala Leche" a tomar una buena pinta. "Seom" nos trastocó. Kim Ki-Duk es uno de esos directores empeñados en hacer de cada plano un lienzo impecable, ejecutado con exactitud matemática. Se pueden contar un millón de cosas con un plano, si lo que aparece en el consigue comunicar algo al espectador. No consiste en discernir sus significados, si no en una provocación mas visceral y personal. A este respecto, la última y magnífica película de Mike Leigh, "El Secreto de Vera Drake", contiene el plano mas inquietante e intenso del ejercicio cinematográfico. Vera y su familia celebran el compromiso de su hija. Fuera hace un frio de muerte y quiere empezar a nevar. Paralelamente a la celebración hemos estado viendo como la policia completaba sus pesquisas hasta dar con el nombre de Vera. Cuando tocan a su puerta y se plantan en el salón, Vera vuelve la cabeza y los mira durante unos interminables segundos. ¿Cómo solucionar una secuencia de estas características sin caer en el histrionismo melodramático, ni la confusión?. Mike Leigh reposa la cámara durante casi un minuto en el rostro de Vera (sensacional actuación de Imelda Staunton aprovecho ya para decir) y a través de la angustia que progresivamente se va haciendo con sus gestos, nos transmite todo el desconcierto, todo el miedo, toda la inseguridad. Un solo plano. Una mirada. La película, a parte de este momento exacto que he querido rescatar para ilustrar esta nueva lección de gramática, es de una ejecución magistral. Durante casi una hora, Leigh se encarga de ilustrarnos el día a día de una familia inglesa de clase media. Como sobrevive a la eterna posguerra, como flirtean, como superan el frio. Una hora y un aborto fallido después, Leigh pone en jaque todo ese equilibrio y como si de una película de marcianos se tratase, revisa cada nuevo acontecimiento con cierta enajenación. Es de ese extrañamiento, del que surge la fuerza de una película como "Vera Drake". Recuerdo todavía las tremendas discusiones que mantuve (y que todavía colean) con Juanjo a propósito de "Secretos y Mentiras", otra de las grandes películas del británico Leigh. A Juanjo, siempre preocupado por lo que le puede transmitir o no una imagen, se le hacía insoportable el feismo de esos protagonistas, de esos suburbios. Vera Drake es fea y su rostro se asemeja a ratos al de un pequeño cerdo que frunce el ceño en busca de calor, pero también es capaz de transmitir mil y una sensaciones; haciéndote girar la cabeza en los momentos exactos en los que sabes que lo vas a pasar más. No por miedo al hombre del saco, si no por lo inevitable de su condena.
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