39 Años con la Señora Robinson
Mel Brooks hacía un breve comunicado de madrugada, para anunciar el fallecimiento de su esposa, Anne Bancroft, a la edad de 74 años víctima de un cáncer. Para Brooks, un cómico toda su vida (no lo recuerdo ahora en ningún rol dramático), ha tenido que ser terrible y muy difícil interpretar semejante papel, probablemente el más importante de su vida. Algo tienen los cómicos cuando se ponen serios escribí una vez, a propósito de la excelente película de Nanni Moretti, "La Habitación del Hijo". Algo ocurre cuando el cómico se quita la máscara, límpia el maquillaje de su cara; cuando el payaso guarda la naríz roja en una caja. El cine se ha encargado de forjar una cierta imaginería alrededor de ese payaso triste, que ya no hace reir a nadie, en su última función. Acudo a Fellini, por ejemplo y su tristísima I Clowns. También al Chaplin de Limelight. A Woody Allen cuando revisita a Bergman en su tríptico Interiores, Septiembre y Otra Mujer. Algo trasciende, cuando ese tipo que tanto te ha hecho reir, consigue trastocar algo dentro de tí. Pobre Mel Brooks. A sus 79 años, Brooks ha sido siempre uno de mis héroes, no por ridiculizar a Robin Hood o Drácula en sus últimos y penosos trabajos como director, tampoco por colocar un enorme Casco Oscuro a Rick Moranis en "Spaceballs", ni tan siquiera por ser el artífice de genialidades como "El Jovencito Frankenstein" o "Sillas de montar calientes". Mel Brooks siempre ha sido uno de mis héroes, por llevarse a la Señora Robinson a casa, cada día, cada noche, durante treinta y nueve años. Que duda cabe de que ahora, todos tendremos que fijar nuestra mirada en otras piernas.
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