Yo morí en una película de Schwarzenegger
Chuck Norris estaba a punto de convencerme para comprarme un aparato de ginnasia complicadísimo en el Teletienda de Tele 5 cuando de pronto me he acordado de la charla que he tenido esta tarde con Enrique, el nuevo portero de los Multicines Chaplin y Miguel, el proyeccionista del Teatro Cervantes. Al parecer Enrique, al que le gusta mucho el cine, es uno de esos fanáticos del dato perdido. De esos que encuentran los relojes en las muñecas de los extras de "Quo Vadis?" y envían al Fotogramas los recortes de prensa con los errores más graciosos. También debe ser de esos que se aprenden de memoria el calendario de cumpleaños de las estrellas y a propósito de "Ong Bank", una peliculilla de artes marciales que se estrenó hace un mes más o menos, ha comenzado a dar un repaso ante el asombro de Miguel y el mío, a las edades de las grandes estrellas del género. Steven Segal, que cultiva una de las artes marciales más difíciles de todas las artes, ha brincado los sesenta. El siempre jovial Jackie Chan y Sylvester Stallone también están a punto de solicitar la paga por jubilación. Jean-Claude Van Damme, bordea los cincuenta. No puedo a imaginarme a Norris con casi setenta años, si luce una sonrisa espléndida en el teletienda. El caso es que los grandes héroes de acción han dejado paso, casi sin darnos cuenta, a los super héroes de ficción. Un Chuck Norris casi irreconocible te pide el número de tu tarjeta de crédito desde la pequeña pantalla, Steven Segal parece abonado a la sala de cirugía estética mientras protagoniza imposibles coproducciones europeas que sólo se estrenan en salas comerciales en nuestro país, Sylvester Stallone lucha contra los estudios por hacer "Rambo IV" y Arnold Schrwaregger firma sentencias de muerte, muy reales, como flamante gobornador de la soleada California. Todos los informativos se hicieron eco de la primera sentencia de muerte que se ejecutaba en el condado de California en al menos 30 años. Me pregunto como debió sentirse el condenado cuando supo que Arnold Swarzenegger había firmado su sentencia. Que sea Terminator el que te lleve a la silla eléctrica es una de esas paradojas con las que no dejan de sorprenderte y te hacen amar un poco más todo lo que de ficción y mentirijilla tiene todo esto del cine. Por lo menos, los muertos en las películas de Terminator eran extras, que cobraban un sueldo, se ganaban un bocadillo y lo incluían en su currículo: Yo morí en una película de Swarzenegger.
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