Los Neones Dl McDonalds
Si Las Vegas existieran en realidad dejarían de tener el rancio y hortera encanto que tienen. Afortunadamente, para un tipo normal y corriente, como pueda serlo yo mismo (me levanto a las ocho de la mañana, trabajo durante diez horas, me tomo un par de cervezas con los pocos amigos que tengo, me veo una peli, me la meneo y me voy a la cama) Las Vegas es ese extraño, absurdo y cinematográfico imposible, ring de desencuentros y ruinas donde un paleto siempre podrá tirarse a Sharon Stone (si es que alguien quiere ya tirarse a esa abuela). Los últimos paletos que han probado suerte en Las Vegas son los estudiantes listillos de "21: Blackjack".
La película de Robert Luketic (el tipo que trajo al mundo ilustres engendros como "Una Rubia muy Legal" o "La madre del Novio") batalla la aventura real de un grupo de estudiantes de Boston que en los años noventa, se especializaron en contar cartas, lo que les aseguró la victoria en el complicado juego del Blackjack y de paso, los hizo ricos. Las Vegas, otra vez... Si tu vida se va a la mierda, cómetela en un casino de Las Vegas, seguro que te sabe mejor.
Las Vegas que recorren la panda de pijos con hormonas mas o menos contenidas de "21: Blackjack" no tienen absolutamente nada que ver con las que se bebía Nicolas Cage y Elizabeth Shue en "Leaving Las Vegas", o las que se foll*ba Elizabeth Berkley en la hoy por fin de culto, "Showgirls". Mucho menos con Las Vegas de opereta y violencia que redifinió Martin Scorsese en "Casino". No, nada de eso. "21: Blackjack" es un entretenimiento refinado (pero mucho menos inteligente de lo que se creen su director y guionistas), que por momentos te transporta al cine de adolescentes espabilados de los ochenta en los que un repartidor se podía convertir en el brooker mas importante de Wall Street. Tiene su inevitable poso moral pero se digiere con facilidad y no te daña el conjunto. Durante los sucesivos viajes a Las Vegas, Luketic vertebra el foso moral de su protagonista ilustrando sus jugadas con un montaje ágil pero nada narrativo y escatimando de forma ruín las escenas de cama. El contraste entre la gélida y nevada ciudad de Boston con los neones chisporroteantes de Las Vegas demonizan de alguna manera a la ciudad de las tragaperras y dignifica en última instancia la sencillez y la vida anodina, anónima y sacrificada del resto de los mortales que como el protagonista de la película (o como nosotros mismos), los únicos neones que vemos a diario son los del McDonalds de la esquina.
Moralejas a parte y cargados con un buen cubo de nachos con queso y un buen amigo con el que comentar las mejores jugadas, "21: Blackjack" es un buen entretenimiento, concebido sin mayor trascendencia, sin grandes alardes, que encuentra precisamente en esa sencillez expositiva su mejor baza. Una victoria segura en la taquilla y un mas que certero reclamo para viajar a Las Vegas en busca, claro está, de todos los sueños imposibles.
La película de Robert Luketic (el tipo que trajo al mundo ilustres engendros como "Una Rubia muy Legal" o "La madre del Novio") batalla la aventura real de un grupo de estudiantes de Boston que en los años noventa, se especializaron en contar cartas, lo que les aseguró la victoria en el complicado juego del Blackjack y de paso, los hizo ricos. Las Vegas, otra vez... Si tu vida se va a la mierda, cómetela en un casino de Las Vegas, seguro que te sabe mejor.
Las Vegas que recorren la panda de pijos con hormonas mas o menos contenidas de "21: Blackjack" no tienen absolutamente nada que ver con las que se bebía Nicolas Cage y Elizabeth Shue en "Leaving Las Vegas", o las que se foll*ba Elizabeth Berkley en la hoy por fin de culto, "Showgirls". Mucho menos con Las Vegas de opereta y violencia que redifinió Martin Scorsese en "Casino". No, nada de eso. "21: Blackjack" es un entretenimiento refinado (pero mucho menos inteligente de lo que se creen su director y guionistas), que por momentos te transporta al cine de adolescentes espabilados de los ochenta en los que un repartidor se podía convertir en el brooker mas importante de Wall Street. Tiene su inevitable poso moral pero se digiere con facilidad y no te daña el conjunto. Durante los sucesivos viajes a Las Vegas, Luketic vertebra el foso moral de su protagonista ilustrando sus jugadas con un montaje ágil pero nada narrativo y escatimando de forma ruín las escenas de cama. El contraste entre la gélida y nevada ciudad de Boston con los neones chisporroteantes de Las Vegas demonizan de alguna manera a la ciudad de las tragaperras y dignifica en última instancia la sencillez y la vida anodina, anónima y sacrificada del resto de los mortales que como el protagonista de la película (o como nosotros mismos), los únicos neones que vemos a diario son los del McDonalds de la esquina.
Moralejas a parte y cargados con un buen cubo de nachos con queso y un buen amigo con el que comentar las mejores jugadas, "21: Blackjack" es un buen entretenimiento, concebido sin mayor trascendencia, sin grandes alardes, que encuentra precisamente en esa sencillez expositiva su mejor baza. Una victoria segura en la taquilla y un mas que certero reclamo para viajar a Las Vegas en busca, claro está, de todos los sueños imposibles.
Yo sí kiero tirarme a Sharon Stone
ReplyDeleteJeje...la verdad es que yo tb... maldita sea! Es como tirarte a tu madre... pero joder.. Por cierto Landa, no te llamarás Jorge, verdad?
ReplyDeleteYo también me tiraría a Sharon Stone. Pero, onirismos aparte, estoy aburrido de la estética del 99% de las pelis que se hacen hoy en día: Yo también me levanto a las 8, trabajo 10 horas, me tomo unas cerves con los pocos amigos que tengo y me la meneo al llegar a casa, y cuando, por fin, nos hacen una peli mas "real" nos llega La Soledad, la cual me alegro que la quitaras de los titulos favoritos de una vez, Charlton Heston.
ReplyDeleteUn saludo.
Lo peor de La Soledad, Moli, es que es una buena película, pero muy difícil de ver por lo dura que es y por lo que nos reconocemos en ella. Es mucho mejor ver a Sharon Stone abriendose de piernas que a un puñado de actores anónimos aguantándose las miradas, sin decirse una palabra. En fin... voy a meneármela un rato...
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