Harry Potter Hormonal
Hay una secuencia en "Harry Potter y La Orden del Fénix" que consigue trascender del estruendo de los efectos de sonido y los trucos de magia mas espectaculares y humanizar de forma extraordinaria a sus tres protagonistas. Transcurre después de que Potter, por fin, haya besado por primera vez a una chica, en la intimidad de los dormitorios de Hogwarts. En él, Harry relata sus impresiones al respecto y los tres rien despreocupados por un instante aún siendo conscientes de los temores habituales que les rondan desde hace ya un buen puñado de años. Aparentemente es una intrascendente secuencia de transición entre los distintos capítulos de acción que salpican las dos horas largas de metraje, pero solo al final adquiere su autética dimensión (y ahí va el spoiler), y termina salvando a Harry. He de confesar a estas alturas que no me he leído ninguno de los libros de J. K. Rowling, pero intuyo que este pasaje ocuparía buena parte de las mil página de esta aventura.
El debutante David Yates tiene a su servicio en este capítulo de la saga un guión considerablemente mas complejo que en la entrega anterior y se beneficia al mismo tiempo de ese inevitable fatalismo que se va materializando a cada nueva película y que acompaña al crecimiento físico, mental y como no, hormonal, de sus protagonistas. Las amenazas que se insinuaban en las dos primeras partes y que se materializaban por primera vez en la cuarta, toman definitivamente forma en "Harry Potter y la Orden del Fénix" a modo de truculentas pesadillas que lentamente van modificando y poseyendo el espíritu del bueno de Potter. Este se nos presenta entonces como un adolescente atormentado que debe discernir sobre la eterna cuestión: rendirse al lado oscuro o fortificar sus creencias y permanecer al lado de los suyos. El discurso, como podemos ver no es nada revolucionario pero aplicado a la maquinaria de la rentabilísima franquicia que regenta la Warner Bros adquiere una interesante variante sobre el cine fantástico adolescente y nos hace olvidar el patinazo de la cuarta parte, un pastiche de instituto plano en emociones y sensaciones.
No hay que olvidar por otra parte que estamos ante la quinta entrega de una saga que difícilmente admite nuevos socios a estas alturas de la película. Reconozco también este punto que viendo la película me costaba realmente acordarme de lo que había ocurrido en las cuatro partes anteriores lo cual realmente me dificultaba la lectura. No obstante la película funciona con el piloto automático puesto y te arrastra sin problemas. La dirección de Yates es absolutamente aséptica y no muestra síntomas de autoría (a diferencia de por ejemplo, el estupendo trabajo que hizo Alfonso Cuarón en "Harry Potter y el prisonero de Azkaban") pero no nos engañemos, "Harry Potter y la Orden del Fénix" (título absolutamente desafortunado dada la poca importancia que la mencionada orden tiene en el metraje) es cine de consumo rápido, concebido para evadirnos del aslfalto ardiente de este verano y como tal, cumple de sobra sus funciones. La película es entretenida, técnicamente me atrevería a decir que brillante (siento debilidad por todo lo que apesta a british) y absoluamente fidelizante. A contar pues las horas para la penúlima aventura.
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