La Locas Aventuras La Familia Jones

A los cinco minutos de película le pregunté a Eñaut si le estaba gustando "Indiana Jones y El Reino de la Calavera de Cristal" y negó con un gesto sin dudarlo. Luego, una vez que aparecieron los primeros créditos y las luces de la sala se encendieron me preguntó él a mi. La respuesta es realmente difícil. Para emitirla hay que luchar contra 19 años de nostalgia, desoir a fanáticos y críticos especializados, evadirse de la aplastante presencia mediática y finalmente, responder con sinceridad; Indiana Jones esta muy mayor.
Quizás no sea culpa de Indiana, quizás soy yo el que esta mayor; quizás lo que ocurre es que hemos enterrado al niño que disfrutaba como un imbécil con la sopa de sesos de mono... amnesia temporal, inviernos demasiado frios, nostalgia con precaución.

La cuarta aventura de Indiana Jones arranca en el desierto de Arizona en plena Guerra Fría y recorre con nostalgia nada disimulada, la América del rock and roll y la brillantina. También la América de la amenaza nuclear y el pánico a aquello que puede volar en nuestros cielos. Con el antecedente de Howard Hawks en la mirilla, George Lucas y Steven Spielberg dieron el visto bueno al guión que David Koepp escribió a partir del primer borrador firmado por Frank Darabont (quien desencantado por su exclusión del proyecto se centró en su propia visión del término en la espléndida "The Mist: La Niebla") y que utiliza todos estos elementos, comunistas, rock and roll y extraterrestres como ingredientes adicionales del regreso de Indiana Jones a los cines. Porque a pesar de todo esto, el principal atractivo de esta cuarta aventura es sin duda alguna, comprobar el estado de salud del Doctor Jones. Averiguar también que fue de él en estos 19 años de ausencia, lo que nos perdimos y también, porqué no, como hemos cambiado nosotros mismos.

A los catorce años mi hermano me llevó al cine Madrigal a ver "Indiana Jones y la Última Cruzada" y desde entonces he visto muchas veces las aventuras clásicas. Esta cuarta aventura se aprovecha de ello, evidentemente. Se enriquece a base de guiños pero se empeña en ocultar las arrugas de sus protagonistas. Es emocionante descubrir, como si un cazador de gazapos se tratara, la esquina del Arca de la Alianza entre un montón de cajas apiladas, pero también es frustrante comprobar como el personaje de Indiana Jones parece rellenado con botox. Y no me refiero con ello a rellenar las arrugas faciales, si no las personales. Nadie quería ver a Indiana Jones en una silla de ruedas y con bastón; sacándose la dentadura e impotente y por eso Spielberg ha optado por ignorar los achaques del tiempo y se ha concentrado en construir un aparato pirotécnico lo mas espectacular posible, accesible a nostálgicos recalcitrantes y a nuevos fieles. La nostalgia una vez mas te jugará malas pasadas y pasarás entonces por alto, las incongruencias de un guión para parvularios, lo grueso de sus trazos, la arritmia en las escalas geográficas y los estragos quirúrgicos en el rostro de Marion.

Spielberg debería haber tenido en cuenta el antecedente Richard Lester. Lester rescató en 1976 la figura de un Robin Hood ajado y de vuelta de tantas cruzadas en la crepuscular "Robin y Marian". Interpretado por Sean Connery, el padre de Indiana Jones en "... La Última Cruzada", el Robin Hood y la Marian de las aventuras artúricas clásicas se mostraba cansado y aventajado, pero no por ello inútil. Evidentemente, Spielberg y Lucas no lo han entendido del mismo modo y han preferido obviar lo imposible, que Indiana Jones está a punto de engrosar su nombre en las listas del Inserso. En lugar de mostrar sus achaques los disimula con chistes fáciles y piruetas gimnásticas con tropezones. Faltan risas enlatadas para rematar cada una de las piruetas y un gran "Oooh" cuando al final de la aventura Indy y Marion se dicen el "Sí quiero". Como si de la Familia de Chevy Chese de vacaciones en Perú se tratará, esta cuarta entrega adolece de interés, de paisajes, de misterio, de música, de aventuras. Éstá ,eso sí, exquisitamente rodada (solo faltaba eso, me comentaba Eñaut), la fotografía de Janusz Kaminski es fantástica, Shia LaBeauf está genial como hijo macarra (a mi sobrino le encantó y no para de imitar sus retoques capilares) y John Williams disimula cualquier cosa. Lástima que en el camino, Spielberg (o quien sabe si nosotros mismos), haya (hayamos) perdido la capacidad para sorprendernos. Habrá que esperar al videojuego.

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